Letras de sangre

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¿Mito o realidad?

¿Son los vampiros tan solo una invención del folcklore de nuestras tierras?

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El vampirismo, creencia en espectros o cadáveres que salen de sus tumbas para succionar la sangre de personas vivas, se extendió especialmente por Europa Central entre los siglos XII y XVIII. El nombre vampiro tiene su origen en el vocablo serbio vampir y en él se unen la tradición de los espíritus que chupan sangre, la de las propiedades mágicas de la sangre y los relatos acerca de cadáveres animados.

Hasta nuestros días han llegado numerosas tradiciones y documentos referentes a supuestos antiguos vampiros. A mediados del siglo XII falleció en Berwick, villa del Rey de Escocia, un hombre indigente supuestamente malvado. Poco después de su muerte, comenzó a circular el rumor que abandonaba su tumba en las noches, y vagaba por los alrededores del pueblo diseminando plagas. La gente estaba aterrorizada, hasta que diez osados pueblerinos exhumaron el cuerpo y lo quemaron.

A comienzos del siglo XVII, murió golpeado por un caballo Johannes Cuntius, concejal de Pentach en Silesia. Tras su muerte se desató una tempestad y se afirmó que un gato negro entró a la pieza donde estaban sus restos y atacó su cara. Durante el entierro, se produjo una nueva gran tempestad, que cesó en el momento en que era sepultado. Después del entierro, surgieron rumores de la aparición de un fantasma con la voz de Cuntius. Se contó que la leche se transformaba en sangre, y que aparecían ancianos estrangulados, paños de altares manchados con sangre y aves de corral muertas y devoradas. Después de que hubiera estado en su sepulcro durante cerca de seis meses, se decidió desenterrar el cuerpo. Se dijo que su piel y articulaciones estaban blandas, que cuando pusieron un bastón entre sus dedos, éstos se cerraron a su alrededor, que podía abrir y cerrar los ojos, y que saltó sangre fresca cuando pincharon una vena en su pierna. Por orden de las autoridades, el cuerpo fue despedazado y quemado.

En 1610, se sospechó que una mujer llamada Elizabeth Bathory, conocida como La condesa vampiro de Hungría, había asesinado a varios cientos de campesinos con el objeto de preparar pócimas con su sangre, que le ayudarían a mantener su juventud. Una versión aseguraba que sangró a unas 80 muchachas campesinas vírgenes para bañarse en su sangre. Según otros cálculos sus víctimas superan las 600. El 30 de diciembre de 1610, el gobernador de la provincia, conde Gyorgy Thurzo, irrumpió con la policía en el castillo y confirmó que en él ocurrían orgías sangrientas. Fue condenada por asesinato y permaneció prisionera en su propio castillo durante treinta años, durante los cuales se le alimentó a través de un pequeño agujero en el muro. Sus asistentes fueron decapitados.

En 1620 en Laibach, Yugoslavia, se decía que un vampiro había perseguido a quienes lo habían intentado ejecutar tras extraerse la estaca con la que pretendían hacerlo. En 1672, un hombre llamado George Grando murió en la aldea de Kring, en el este de Europa. Un monje de St. Paul enterró el cuerpo y fue a consolar a la viuda. Cuando llegó a la casa, la imagen espectral de George Grando estaba sentada detrás de la puerta. Los habitantes de la casa huyeron de la aparición, pero pronto fue visto nuevamente. Se afirmaba que en los atardeceres, George Grando frecuentaba las calles y golpeaba ligeramente en las puertas de algunas casas, cuyos inquilinos pronto fallecían. Un grupo de aldeanos fue al sepulcro de Grando y abrieron la tumba. Los aldeanos, aterrados, informaron que parecía perfectamente sano y esbozaba una leve sonrisa. Volvieron con el principal magistrado y un sacerdote, armados con una estaca aguda. Contaron que el sacerdote se arrodilló al lado del cadáver, colocó un crucifijo y comenzó a rogar: "Oh, vampiro, mira esto. Aquí está Jesús Cristo que nos libró de los dolores del infierno y murió por nosotros en la cruz", luego de lo cual Grando comenzó a llorar. Según afirmaron, después colocaron la estaca sobre su pecho y la golpearon con un mazo pero nada sucedió, la estaca ni siquiera perforó la piel. El sacerdote lo intentó nuevamente y la estaca rebotó, inútilmente lo intentó repetidas veces, hasta que uno de los aldeanos asió el hacha y descabezó al cadáver. Grando lanzó un grito y su espíritu abandonó su cuerpo para siempre.

Durante el siglo XVIII, en Hungría un vampiro de nombre desconocido atormentaba a la aldea de Liebava. El obispo de Olmutz ordenó una investigación. Cada noche, apostarían a un centinela en lo alto de la torre de la iglesia, desde donde se veía el cementerio. Una noche, el centinela descubrió un vampiro que emergía de su tumba y dejaba su mortaja sobre la lápida. El centinela bajó de su puesto, subió la mortaja hasta la torre de la iglesia y llamó al vampiro diciéndole que él la tenía. El vampiro subió la escala de la torre. Apenas consiguió la mortaja, el centinela le dio un golpe en la cabeza con un martillo y el vampiro cayó a la tierra, inconsciente. El centinela bajo y le cortó la cabeza con un hacha. Los ataques nocturnos en Liebava terminaron.

En 1725, en la aldea de Kisilova, Slavia, se produjo la muerte de diez vecinos en el transcurso de dos semanas, en todos los casos tras sufrir una breve enfermedad. En su agonía, los hombres supuestamente habían reconocido la visita del primero de los muertos, el campesino Peter Plogojowitz, que según su viuda efectivamente había vuelto días después de ser enterrado. Los oficiales prusianos que ocupaban la zona lo hicieron desenterrar y escribieron un acta en la que se lee: Al desenterrar al sujeto Peter Plogojowitz, no se percibió ni el mínimo del olor que anuncia la muerte, y el cuerpo, excepto porque su nariz estaba algo caída, no mostraba decadencia alguna. La piel se había caído y por atrás crecía una nueva. No sin asombro, vimos sangre fresca en su boca, sin duda chupada de sus víctimas. Al atravesar su corazón con una estaca, se aseguraba, el cuerpo se sacudió y surgió mucha sangre fresca. El cuerpo fue calcinado.

En 1732 se convocó a un grupo de médicos austríacos a la aldea Servia de Medvegia, cerca de Belgrado, para que investigaran las extrañas muertes de varios aldeanos, supuestamente causadas por vampiros. Uno de estos supuestos vampiros era Arnold Paole, aldeano y ex-soldado, fallecido al caer de un carro con heno hacía tres años y que supuestamente había matado a cuatro sobrinos. Según documentos de la época, cuando abrieron el ataúd descubrieron que tenía la piel fresca y rubicunda; las uñas largas perversamente retorcidas; la boca cubierta por sangre chupada en la noche anterior. Se le atravesó el pecho con una estaca. Profirió un alarido horrible mientras manaba abundante sangre desde la herida. Luego fue incinerado y convertido en cenizas. Los vecinos de Madvegia aseguraban que Paole había sido acosado anteriormente por un vampiro y se había untado el cuerpo con la tierra de su tumba. Según otra versión, había sido mordido por un vampiro estando en Grecia. Sin embargo, después de la muerte de Paole siguieron ocurriendo ataques. Una mujer llamada Stanacka contó que a medianoche despertó con un grito terrible, y había sido sofocada por un tal Milloe, que había muerto nueve semanas antes, había experimentado un gran dolor en el pecho y murió al tercer día. En su informe, los oficiales dijeron que ellos mismos habían visto cuando exhumaron a los cuerpos de las supuestas víctimas del vampiro. Observaron que un cadáver tenía gran cantidad de sangre fresca y que las vísceras, tales como el pulmón, hígado, estómago, bazo e intestino, estaban tan frescas como en una persona sana. Los asustados aldeanos procedieron a abrir numerosas tumbas, encontrando catorce cuerpos sin duda en condiciones de vampirismo, los que fueron atravesados con estacas y quemados. El caso fue registrado en un tratado escrito por el abad francés Agustín Galmet, quién reconoció vampiros yacentes y vampiros errantes.

En el siglo XVIII se produjo una fuerte discusión en torno al vampirismo. El filósofo francés Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) opinaba: Si hay en el mundo una historia bien documentada es la de los vampiros. No falta nada: testimonios orales, relatos de personas respetables, de cirujanos, sacerdotes y magistrados. Después de todo, ¿quién no querría creer en los vampiros?. Sin embargo, gradualmente la creencia en vampiros entre las personas cultas, se desvaneció. En tiempos recientes se ha calificado de vampiros a ciertos asesinos que han bebido la sangre de sus víctimas, y que a diferencia de los anteriores actuaban estando vivos. El más fue famoso el vampiro de Düsseldorf. Se trataba de Peter Kürten, diabólico asesino y violador en serie que en 1929 asoló con sus crímenes la ciudad alemana de Düsseldorf y que fue ejecutado en la penitenciaría de Colonia el 8 de julio de 1931.
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